Que esta aptitud del maestro no llegue a oídos de la comunidad gringa, porque no sabemos como puedan proceder. Pero la primera parte de esta historia contada por Olimpo Herrera, cuñado de Carlos Jacanamejoy Tisoy, busca una posición dentro de las instancias de la realidad, la historia, la ironía, lo utópico y las páginas de una sociedad que todavía no entendemos, al menos los “blancos” como los propios indígenas nos llaman.
Quien tiene la facultad en una sociedad de ordenar a los alguaciles que tomen por la fuerza a dos mujeres y se ordene con la cabeza llena de la ira y la intolerancia sean golpeadas y azotadas, aunque esto último no pasó?. Porque venir de la meca de la civilización y la capital del mundo, a querer ordenar una casa, donde las rencillas al interior de ese núcleo familiar se deben quedar quizá en un anaquel o un rincón del gran cabildo?
Porque llegar al extremo de permitir de una parte de esa familia tome la decisión de sentirse que sobra y pedir la renuncia de su comunidad? Porque un montón de
pinturas abstractas o no, con pinturas caras o baratas, con la creatividad y el pensamiento que sólo es capaz de explicar su propio autor, se han convertido en el centro del rencor del maestro. O es que la cantidad de dinero que le puede ofrecer un comprador en Nueva York o en París, es capaz de superar la grandeza de una familia arraigada a su tierra, a sus creencias, costumbres y su querer por el prójimo, por el sayo, la quena, la chicha y el amor que puede haber entre hermanos, tíos y sobrinos.
Porque llegar a las amenazas contra la vida de las personas según Olimpo. Ahora estas deben ser formalizadas y llevarlas a instancias judiciales por causa de un castigo inhumano, por derechos de autor o por hurto, y donde el estado de derecho le dará la razón en este caso. Este es un país de leyes y aspiró que sea efectivo en el caso de la familia, expresó Herrera. Lo que no sabe por ahora, es donde y quien tiene las “famosas obras”
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